El explorador y el silencio

Oportunamente (uno no está para nada), recibo una cita circular, esférica, piedra o bola del mundo que me alivia y me consuela al menos por unos minutos. Escribe Bajtin, refiriéndose a la "cita" y a la intertextualidad: "Un sentido revela sus profundidades al haberse encontrado y entrado en contacto con otro sentido, con un sentido ajeno; entre ellos comienza algo así como un diálogo que supera el encierro y la unilateralidad". Me la envía amablemente Magda desde Xalapa, Veracruz. Magda o cómo imaginar un rostro que nos habla silenciosamente desde el otro lado.
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"Sin novedad en la frente", titulaba Ramiro Cabana, hace unos días, su sección Tele por un tubo en Libro de Notas. "Sin novedad en la frente" leía yo y, al mismo tiempo (bueno, minutos después para ser más exactos), saltaba en la terraza en busca de la cuerda del tendedero y me abría oportunamente la cabeza (la frente, sí, para ser más exactos) al chocar (¡qué ridículo!) con los soportes de sujeción del aparato del aire acondicionado. Ya en el hospital, intentaba explicarle a la enfermera (¡cómo hacerlo!) lo sucedido: "Yo soy mi propio Valdemor, señora acerté a decirle-, y todo lo hago por amor a la literatura. Si es tan amable, me gustaría que mi cicatriz se asemejara en lo posible a la cicatriz del mago Harry Potter".
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Mareando la perdiz, la esfera, piedra o bola del mundo. Ian McEwan, a propósito del trabajo, en el suplemento de los libros:
"Me parece un área de la experiencia que no se explora mucho en la literatura contemporánea. No me refiero al trabajo en el sentido marxista de opresión o desde la perspectiva de que somos esclavos del trabajo. Conozco a mucha gente, incluido el tipo que está pintando la habitación de arriba, que siente gran satisfacción con el trabajo y sus connotaciones de autoidentidad, estatus profesional... La liberación fruto de una concentración profunda no se describe ni se celebra lo suficiente. Estar absorto en el trabajo es uno de los placeres de la vida. No se corresponde exactamente con la felicidad, puesto que en ese momento ni siquiera sabes que existes y, sólo cuando terminas la tarea, saboreas esa libertad. Como dice Perowne: "Estás entonces totalmente cualificado para existir".
Aunque cerca de allí, tan sólo unas páginas más a la derecha, la mirada ácida del antropólogo, la mirada de Albert Sánchez Piñol, que nos enseña otra cara, bien distinta, de la misma moneda:
"Nosotros tardamos, con suerte, veinte años en pagar una casa. Los pigmeos construyen la suya en menos de una semana. Trabajamos ocho horas diarias. Lo pigmeos, ocho semanales. Nuestra libertad nos la da el despertador cada lunes. Claro que todo tiene su coste: ellos mueren antes. Podrías darles una lavadora, pero sabiendo que tendría un coste".
Dependiendo del contexto, los hay que pensarán que no resulta nada interesante eso de "ellos mueren antes". Dependiendo del contexto, los hay que pensarán que no resulta nada interesante saberse ya muertos.
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Consagrado (con sangrado, si lo prefieren) al dios Marte, el dios romano identificado con el Ares helénico, dios de la guerra, pero también dios de la juventud, de la primavera y de las nuevas residencias, damos la bienvenida al nuevo hogar electrónico de Cayetano Lupeña. El descanso de Marte, podríamos decir, con permiso de Diego Velázquez. Bienvenidos los dioses a este páramo de insignificantes humanos.
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Descartado que este silencio (el de aquí, el de ahora mismo) tenga nada que ver con el silencio de "lo místico" (Wittgenstein: "Hay, ciertamente, lo inexpresable, lo que se muestra a sí mismo; esto es lo místico"); y descartado que este silencio (el que ha sido, el que sin duda se avizora) tenga nada que ver con otros silencios místicos (Juan de la Cruz, Miguel de Molinos, José Ángel Valente), encuentro en María Zambrano y la mística española una categoría de silencio que me resulta, al menos, esperanzadora. El silencio positivo de María Zambrano nos cuenta Lluis Llera Cantero-, crea la palabra, convirtiéndose en condición de toda desvelación o descubrimiento, permitiendo que la palabra, inspirándose en el silencio, nos haga presente el mundo.
Para buscar el descanso, como muchos otros antes que yo, seguí el consejo del maestro murciano Ibn Arabi: "No calla quien calla, solamente calla quien no calla". La paradoja y la contradicción iluminan mi mundo y ahora, cuando busco de nuevo el silencio, ya estoy anhelando, a su vez, el ruido ensordecedor de las palabras.
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Me pesa la responsabilidad. Me pesan los imitadores desesperados de Sergei Bubka asaltando la valla de Melilla y los hijos y los nietos de anteriores desesperados envolviendo en llamas el lugar del sueño de sus padres y abuelos. Me pesa el virus H5N1, la Organización Mundial de la Salud y sus siete millones de muertos futuros. Me pesan los neocon y la desnudez absoluta, inmaterial, imposible, del aula de la escuela pública donde estudian mis hijos. Me pesa la esfera, la piedra o bola del mundo; me pesa el peso de la responsabilidad y no consigo doblegar este peso.
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El explorador de Bernardo Atxaga trabaja dentro de los límites de un metro cuadrado de tristeza. ¿Qué otra cosa pregunta Atxaga- podría ver un explorador cansado? Mi metro cuadrado de tristeza, en cambio, es a veces tan extenso como un metro cuadrado de infinito; me dispongo a explorarlo todo, a compartirlo todo, si no me fallan las fuerzas. "El pez escribe James L. Peacock- es el último en comprender el agua, y quizá lo haga contrastándola con la tierra". La comparación entre lo ajeno y lo familiar siempre debe desarrollarse en un ámbito ajeno. El trabajo de antropólogo, ahora, de explorador; el trabajo de campo: el metro cuadrado (infinito) de tristeza.
2 comentarios
Magda -
Un abrazo del tamaño del atlántico, o más grande.
Cayetano -
Durante los sesenta se pudo observar con claridad meridiana el desarrollo de todo un completo mecanismo en virtud del cual 'le monde', los enterados, exploraban la vanguardia y empujaban hasta
el Exito al joven artista elegido #
Es a propósito de insignificantes humanos :)